martes, 12 de mayo de 2009




ASENTAMIENTO
Fernando Adam

Fernando Adam, artista plástico venezolano, residenciado en Barcelona, España, presenta en la Galería 39, la muestra titulada ASENTAMIENTO.

En esta propuesta expositiva interviene el juego como elemento estructurante donde se propicia un diálogo real entre las personas y la ilusión, utilizando como medio la pintura. Todo es posible. Inclusive fijar asentamientos en paisajes disonantes, imposibles, vastos y solos. El vaciamiento corporal o ausencia de alguna representación humana, por otra parte, demarca aún más su presencia, pues ésta se sustrae del silencio y de la incomunicación. Presentimos una constante interrogación en medio de la incertidumbre.

La muestra se inauguró el sábado 9 de mayo, a las 7pm, Galería 39, El Hatillo. Teléfono: 9610023. Fax: 9613692. 39galeria@gmail.com





ESPACIOS PARA LA ILUSION


Toda casa supone un espacio para el cobijo. Es un asentamiento. La casa provee estabilidad porque es el lugar del resguardo. Ella contiene la vida en su devenir: en las acciones que realizamos y en la conformación de los recuerdos. La casa como asentamiento material es estática, es inamovible. Está siempre en el mismo lugar. Puede mutar, transformarse pero se mantiene incólume en un mismo sitio. Implica, para quien la habita, un establecimiento permanente. Da fijeza a la vida dinámica que llevamos.

La casa es también el lugar donde se fija la memoria y propicia un espacio para la intimidad. Es el espacio donde confrontamos nuestros pensamientos, a veces subjetivos, con las acciones. Allí deriva la toma de decisiones. Una de ellas es asumir la permanencia o la mudanza. Tema que sin duda preocupa a Fernando Adam.

En sus pinturas, como en sus actuales instalaciones, no hay cuerpos que habiten físicamente sus espacios. Pero hay presencias. Hay tensiones. Hay un deslinde entre el ser corpóreo que pudo ser, el que anhela ser y el que ya fue. Esto es por esa dicotomía entre permanecer o mudar pues el anhelo de casa (de permanencia) existe. Pero la casa se hace en un sitio o en otro. Es el dilema de la errancia, que puede ser física y también emocional. Hay en estas pinturas, asimismo, un silencio ensordecedor que se expresa en ciertos colores o bien en el diálogo que confrontan sillas vacías en un mismo espacio. Estas sillas son una transfiguración del ser que lo asienta, de ese ser que se interroga y que permanece en uno de los estados más desestabilizantes en toda situación humana: la incertidumbre. Por eso, la casa no está enraizada. No tiene lugar. Se desmembra. No tiene asentamiento.
La pintura es el medio idóneo para crear ilusiones de espacio. Para Fernando no cabe duda que la tela constituye también un lugar de asentamiento. Con ella él dialoga, se confronta, construye y de-construye casas. Relata, un poco, un aspecto de su propia vida que transcurre entre España y Venezuela. Sólo que con la pintura, todo es posible. Inclusive fijar asentamientos en paisajes disonantes, imposibles, vastos y solos. El vaciamiento corporal o ausencia de alguna representación humana, por otra parte, demarca aún más su presencia, pues ésta se sustrae del silencio y de la incomunicación. Presentimos una constante interrogación en medio de la incertidumbre.
Es en este momento cuando interviene el juego como elemento estructurante en esta propuesta expositiva de Fernando Adam. El juego propicia un diálogo real entre las personas y la ilusión de asentamiento. La casa, entonces, es también pretexto para el juego. Ella, en estas obras, se desmonta, se desarma y es susceptible a reconstruirse porque al armarla “jugamos” visualmente con ella y creamos nuevamente otra forma de asentamiento. Pero, el juego es otra ilusión. Se salta sobre el recuadro o caemos al vacío. Como esa casa que navega y no fija asentamiento.

Susana Benko
Abril, 2009

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EL HORIZONTE COMO ABRAZO

El artista plástico Fernando Adam muestra su obra reciente en El Hatillo. El tránsito sigue siendo su tema

La luz en la pintura de Adam no sigue otras normas que las que va creando a su paso

Cristina Raffalli

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Asentamientos es el título que da marco a la exposición de obras recientes de Fernando Adam, desde el 9 de mayo en la Galería 39 de El Hatillo. Pese al gusto terminante que tiene la voz que las titula, nada en estas imágenes refiere a permanencias. En ellas, como en el conjunto de toda su obra, el tránsito sigue siendo lo único definitivo. Un tránsito que, más allá del accidente particular que es cada vida, pareciera ser condición de la existencia contemporánea, en un mundo en el que nada es perdurable y donde aprender es, apenas, un paso previo al olvido.

Al reconocernos desterrados de todas nuestras certezas, la obra de Adam nos propone el horizonte como amparo, la intemperie convertida en refugio por obra de la pintura. Y en este horizonte redimensionado, hospedarnos en la forma mínima, la casa interior.

En los últimos años, un cambio importante resalta en la pintura de Adam: la casa dejó de ser meta. Dejó de ser el sitio donde desandamos el paisaje y nos vaciamos de caminos, para convertirse en el sitio que los contiene. Más que un lugar, la casa se ha vuelto un objeto que fluye tanto en la entropía de sus fluidos como en las mareas del mundo, la casa que gira al compás de los sucesos, que se guarda, que se despliega y se transporta. La casa, la silla, el horizonte, ejes de los mundos de este artista, son el asidero de un lenguaje que se construye en la tensión sostenida entre lo físico y lo metafísico.

Uno de los elementos que componen este lenguaje (su ejemplo de tensión, su espíritu conector) es la luz. Vehículo gracias al cual entramos y salimos de la realidad, que es orgánica, entramos y salimos de la ficción, que es transparencia, resplandor de la materia, un hecho de luz.

En esta pintura, la luz no es una presencia sino (también ella) un tránsito. Su exposición recurre al relato, un antes, un durante, un después, un más allá, y su presencia sólo se constata cuando ha hecho visible todos sus estadios, a veces simultáneos, ausencia, medianía, plenitud.

En su vocación narrativa, la luz en la pintura de Adam no sigue otras normas que las que va creando a su paso. Sus luces, incorrectas, insurrectas, nos conducen hacia otros órdenes: el orden de lo imposible admitido como verdad, regiones de la poética donde se desvanece la imagen física mientras cobra cuerpo la imagen íntima.

Allí la luz juega a equivocarse, sólo para demostrar que un error brinda la sensación de ser un dato correcto porque se despliega en el universo de la ficción. Es la autosuficiencia del mundo creado, donde nada se enuncia porque todo se demuestra.

El hallazgo de un lenguaje más hondo, despojado y eficiente es hoy en día una de las fortalezas de esta pintura. Una victoria, transitoria también, para un artista que seguirá deshaciendo los caminos. Su aproximación filosófica a la pintura, hace que sea inevitable para él reflexionar sobre la imagen. De un primer impulso, más ligado al mundo de las sensaciones que al de la razón, surgen los primeros esbozos de cada cuadro. Pero una vez que ha surgido como escena, cada imagen es ejercicio de pensamiento y de discurso. Y así, al razonar su pintura, dice el artista: “Hoy en día lo permanente, lo trascendente, son conceptos desdibujados, sustituidos por las formas de la experiencia: lo transformable y mutable, lo desplegable y portable. En estos conceptos se desplaza la exposición”.

TalCual. Martes 5 de mayo de 2009. Artes. 25

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