martes, 6 de noviembre de 2018

AlaraKa... un confín transitorio... - Pedro Tagliafico



________

Es borrosa la añoranza 
de la muerte o de la vida 
pues larga es
incluso cuando se acorta o se dilata 
más de lo previsto.
De “Aguafuerte del reino”, Joaquín Marta Sosa


La muerte es algo natural, no obstante, se presenta como una agresión, un asalto, una irrupción. Para el antropólogo francés Louis-Vincent Thomas, la muerte se percibe como “un accidente arbitrario y brutal que nos toma desprevenidos”. La sociedad occidental, siendo mortal, rechaza la muerte, la oculta, la escamotea, la considera obscena y escandalosa.

“Ser temporal es ser a la vez para la muerte y tener aún tiempo, ser contra la muerte”, como lo señala el filósofo judío Emmanuel Levinas. La inminencia de la muerte, a la vez que apresa, deja espacio para enfrentarla. La espera, entonces, nos fortalece. 

AlaraKa es una exposición centrada en la idea de la muerte, que busca hacerla más cotidiana, menos extraordinaria. Asimismo, es una manera de circunscribir la finitud, limitarla en un marco. Matar la obra de arte, prescindir de ésta, desaparecerla, le permite a Pedro Tagliafico establecer resistencia ante su propia muerte, que avizora posible y cercana. El artista, cada vez con más frecuencia, la convoca e invoca en sus conversaciones refiriéndose continuamente a su desaparición física o a la de sus afectos. Sin embargo, no puede saber cuándo llegará su turno. Es una amenaza que se acerca a él inefable.
Su obra es analítica, metódica, ordenada; es piel, materia, un cuerpo vivo. Desprenderse de ella se ha convertido en irreverencia, gozo, desparpajo, pero también es una forma de volverla trascendente, de contemporaneizarla, convirtiendo lo constructivista en conceptual, la ausencia en presencia, la nada en todo.

El momento es propicio para convocar a sus amigos, vivos y muertos, y hacerlos cómplices de sus miedos, dudas y certezas a través de una muestra-acción que los proyecta al infinito. De este modo, Kazimir Malévich, Josef Albers, Anni Albers, Donald Judd, Walter De Maria, Eduardo Ramírez Villamizar, Manolo Vellojín, Mercedes Pardo, entre otros, son retomados y resucitados para convivir, transmutar y morir junto a las obras de Valerie Brathwaite, Carmen Herrera, José Antonio Fernández, Alberto Asprino, Dulce Gómez, Luis Lares, Carlos Medina, Esperanza Villarino,  Leonardo Villarino, Isabel Cisneros, Marylee Coll, Carlos Anzola y del propio Tagliafico. 
Mas, al final, el arte es vida, por ello mientras Pedro Tagliafico viva y cree, viviremos todos. 

Larissa Hernández